Una posición personal en un momento en que Ecologistas en Acción debate sobre el tema.
por Ladislao Martínez López*.

En los tiempos de crisis en las sociedades satisfechas crece con vigor la fe en los milagros tecnológicos. Y estos son tiempos de crisis: El cambio climático manifiesta con rigor sus efectos y dibuja, muy a corto plazo un escenario catastrófico e irreversible. El precio del petróleo trepa hasta cotas altas y anticipa, no sólo el fin del petróleo barato en el que ya estamos inmersos, sino la disponibilidad decreciente del mismo. Quizá esto explique la sorprendente conversión a la fe nuclear del secretario general de CC.OO, pasando por encima de los acuerdos en vigor del sindicato que preside. Y desde luego explica las desmesuradas expectativas suscitadas por los biocarburantes, que no son en modo alguno la solución milagrosa a los problemas del transporte que algunos han indicado y muchos han querido ver. Estoy de acuerdo con quienes señalan que los biocarburantes serán una anécdota, e incluso un problema, si continúan las desbocadas tasas de crecimiento del transporte motorizado consustanciales al capitalismo y exacerbadas por la globalización. Y del mismo modo estoy de acuerdo con quienes apuntan que en “un mundo lleno” es preciso estar vigilantes para ver las superficies de cultivo necesarias para producir los biocarburantes de primera generación y que sería una monstruosidad que se pusiera en riesgo la seguridad alimentaria de los países empobrecidos para dar energía a los automóviles de los países ricos.
Y sin embargo creo que los biocarburantes pueden ser parte de la solución si se cumplen ciertos requisitos. La primera es que se controle el crecimiento de consumo de energía en transporte, algo posible como prueba el hecho de que en 2006 nuestro país, pese a tener una crecimiento del PIB del 4%, redujo el consumo de productos petrolíferos. Estas bajadas sólo serán coyunturales en el plazo corto y medio, pero permitirán ganar un tiempo precioso en la lucha contra el cambio climático.
La segunda que se opte por la producción de biocarburantes de proximidad, en los países de consumo o en los que estén próximos a ellos. Esto permitirá que el balance energético y de emisiones de gases de efecto invernadero resulte positivo, como señala la práctica totalidad del mundo científico. Por ejemplo unas cifras de participación de biocarburantes del orden del 6%, como plantea la UE para 2010, podrían acarrear reducciones de emisiones de invernadero del orden del 4%. Que serán tanto mayores cuanto mayor sea la fracción que se genere a partir de aceites usados, un recurso poco explotado y que sin embargo en nuestro país es del orden de 1,3 millones de toneladas al año. Esta opción permitiría además reducir los impactos actuales de su vertido muchas veces incontrolado.
Existirán además otras consecuencias ambivalentes. Por ejemplo al día de hoy es inexacto afirmar que los biocarburantes son responsables de las subidas de productos como el pan ya que el incremento de la demanda mundial de grano se debe sobre todo al surgimiento de una nueva clase media en China e India (¡de 400-500 millones de personas!) con nuevos hábitos alimentarios que incluyen mucha más proteína animal, obtenida de granos. A ello hay que añadir la actuación de los especuladores y de quienes detentan una posición de dominio en la cadena del valor. Y ha habido simultáneamente una reducción en la oferta por sequías en países productores importantes. Pero del mismo modo es claro, que aunque no lleguen a ser el factor determinante, un mayor uso de los mismos tendrá una mayor incidencia en los precios. Por otro lado, esta misma subida tendrá aparejado un incremento de las rentas agrarias menguantes en los últimos tiempos. Y es posible que se dée también un incremento de la actividad agraria sobre todo en tierras hoy abandonadas. No necesariamente esta mayor actividad implicará mayor ocupación porque podría ser absorbida por un incremento de la productividad. No me parece tan claro que esto lleve aparejado un incremento en la demanda de agua, en un país como el nuestro que ya no puede permitírselo, porque podría producirse a partir de terrenos en secano, por sustitución de cultivos con mayor consumo de agua (como el tabaco o el algodón ) o destinando a la producción de biocarburantes tierras de regadío abocadas al abandono por la PAC (como la remolacha o el maíz ). También podría ocurrir que se diera un mayor intercambio de materias primas entre países con más capacidad de producción (como Francia) y otros de menor (como el nuestro).
El desarrollo de biocarburantes de primera generación incentivará el desarrollo de los de segunda, a partir de productos celulósicos, lo que en principio haría aumentar la gama de productos utilizables y reduciría la confrontación biocarburantes/alimentos. Con las cautelas que se deben tener ante los nuevos desarrollos tecnológicos, todo indica que estarán disponibles en un tiempo no muy lejano y que tendrán un mejor rendimiento energético. No sobra recordar, que cuando la UE se plantea llegar en 2010 al 10% de biocarburantes, lo condiciona a disponer para esa fecha de estos nuevos combustibles.
Creo que lo que diferencia mi posición de otras, tan legítimas como la mía dentro del ecologismo en el difícil debate de los biocarburantes, es el peso que confiere a la inminencia e irreversibilidad del cambio climático y los problemas que espera que puedan tener otras alternativas al transporte. Como de forma brillante señala Cristina Rois en el número 54 de la revista Ecologista, no es exagerado afirmar que sólo disponemos de 10 años para combatir el cambio climático. Si en ese momento no hemos conseguido cambios profundos en sistema energético muy probablemente después no habrá soluciones regulares o malas. Sólo muy malas. Por eso casi todos los ahorros de emisiones son importantes y por eso hay que arriesgar.
Pero es que además no hay mucha gente que haya pensado el coste de otras alternativas al transporte. Hoy en día hay casi unanimidad a la hora de considerar que, si hay un futuro sostenible, además de menos transporte, será necesario que se haga con pilas de combustible alimentadas probablemente con hidrógeno obtenido de energía solar. Aunque se considere un consumo de energía la mitad que el actual para el transporte, aunque la solar fotovoltaica tiene un rendimiento casi 20 veces mayor que la fotosíntesis y que probablemente aumentará, cuando se piensa en el coste energético de comprimir el hidrógeno hasta licuarlo y en la previsible eficiencia de las pilas y en la dificultad de obtener los materiales necesarios para todo el proceso,... se ve que también lleva aparejados significativos problemas ambientales. Uno bien visible sería la necesidad de ocupar ingentes cantidades de terreno para la captación de la energía y el transporte del hidrógeno.
Y es que sobre el ecologismo maduro pesan dos terribles maldiciones. La primera la enunciada por Georgescu-Roegen: La materia es una forma de tecnología. Y ya hemos usado la materia-tecnología de más fácil uso. Podrá haber otras que resuelvan algunos de los problemas actuales, pero traerán otros nuevos. La segunda es más prosaica: L@s ecologistas viviríamos mucho más felices si se cumplieran menos nuestras temidas profecías.
*(Ladislao Martinez es responsable del Área de Energías en Ecologistas en Acción)
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EL DILEMA DE LOS BIOCARBURANTES
8 d'octubre de 2007
En la UE una directiva reciente marca el objetivo del 5,75% de combustibles de origen vegetal antes del 2010
Para Hartmut Michelun científico aleman Premio Nobel de Química esta directiva debería ser abolida.
H. M. critica el desarrollo y uso de los biocombustibles en una larga entrevista que publicó El País. El científico, quien determinó por cristalografía de rayos X el funcionamiento en detalle de la fosíntesis, asegura que los combustibles de origen vegetal no son una buena opción para combatir el cambio climático.
Michel estima que esos biocarburantes no ahorran emisiones de CO2 y promueven la deforestación de la Amazona y otros parques del mundo. En consecuencia, propone abolir una directiva de la Unión Europea de que 5,75 por ciento de todo el transporte basado en energías fósiles deberá ser sustituido por biocombustibles antes del 2010.
Admitió que es imperativo pasar a energías renovables, pero advirtió que los biocombustibles no son neutrales en la emisión de CO2 porque al menos la mitad de la energía contenida en ellos procede de fuentes fósiles. Para producir etanol, ejemplificó, hace falta invertir tanta energía fósil en fertilizante, transporte, destilado de alcohol, como la que hay en ese biocarburante y acabas emitiendo más CO2 que usando gasolina en el coche.
El biocombustible que se puede producir por unidad de superficie y año contiene menos de 0,4 por ciento de la energía solar que ha recibido ese espacio en el mismo tiempo. Cubrir la demanda de electricidad de Alemania con biocombustibles exigiría dedicar toda la superficie del país a cultivos energéticos, sostiene el científico.
En comparación, las células fotovoltaicas son entre 50 y 100 veces más eficientes y necesitan menos suelo. Los biocombustibles fomentan pérdida de selva tropical en Indonesia, Malasia, algunas zonas de África y en Brasil, donde cada vez se cultiva más soja en la selva, y quemar ésta libera una cantidad enorme de dióxido de carbono.
La eficiencia de la conversión de biomasa en biocombustible oscila entre 0,15 y 0,3 por ciento mientras que las células fotovoltaicas tienen ya una eficiencia de entre 15 y 20, señala el Premio Nobel alemán, quien propone energía solar en lugar de biogás.